Origen de la arquitectura sostenible

A mediados del siglo XX se comenzó a tener en cuenta la edificación sostenible por parte de algunos profesionales de la arquitectura e ingeniería que buscaban de alguna manera imaginar cuál sería la casa del futuro. Evidentemente, el concepto de “arquitectura sostenible” no existía y el afán de romper con las pautas de construcción típicas obedecía más a una especie de confort tecnológico que a una necesidad de ahorrar energía.

No obstante, tras diversos prototipos y conjuntos edificatorios que no llegaron a tener continuidad, los autores se dieron cuenta de que ese tipo de arquitectura tenía un valor añadido, el del ahorro de suministros. El problema es que los modelos planteados eran carísimos en su concepción y ejecución, lo que hacía inviable su producción en masa. Veamos algunos ejemplos.

Buckminster Füller, arquitecto estadounidense obsesionado con la preservación de la raza humana, ideó cúpulas geodésicas en las cuales los elementos eran poliedros regulares o resultantes de poliedros regulares, con cada elemento realizando el mínimo esfuerzo posible con la máxima optimización estructural. La sociedad Coop-Himmelblau suiza ha continuado el trabajo de Buckminster Füller, de alguna manera más adaptada a la realidad geométrica actual.

La ciudad abandonada de San Zhi en Japón, que en la actualidad ya no existe, fue otro intento más aislado de apostar por la modulación y la repetición de modelos encapsulados autónomos. No tuvo continuidad porque nunca llegó a finalizarse.

Mucho más recorrido y éxito han tenido los trabajos del estudio suizo Atelier 5, que a través de la adaptación de todos sus edificios al paisaje apostando por un modelo horizontal, llevan cinco décadas de investigación, aunque sin llegar a despegarse de la realidad constructiva clásica.

La arquitectura sostenible en España

Si nos centramos en España, nos encontramos a figuras como las del lanzaroteño César Manrique, que en solitario o con la colaboración del arquitecto Fernando Higueras, convirtió la isla más oriental de las Canarias, Lanzarote, en un banco de pruebas extraordinario para su visión. Sus edificios que forman parte de las montañas, con estancias cueva totalmente desapercibidas para el visitante y una mínima variación térmica interior, son extraordinarios desde todos los puntos de vista.

Pero de nuevo nos topamos con el condicionante de que una creación personalizada no suele ser seriable sino en el concepto. Arquitectos como Miguel Fisac (el autor de la tristemente desaparecida “Pagoda” de Madrid) o el ingeniero Eduardo Torroja continuaron por otros derroteros la idea de que el material debía trabajar lo mínimo posible optimizando el esfuerzo estructural, algo que por cierto ya había comenzado Gaudí en su época menos académica.

Casas autosuficientes

La perspectiva histórica de la casa autosuficiente, en la actualidad, supera los ejemplos en los que se ha llevado a cabo. Tenemos que aclarar que la definición de casa autosuficiente es básicamente el concepto de una edificación cuya energía destinado a los diferentes suministros se ha generado de manera limpia, y especialmente desde el mismo edificio. Da igual la fuente de energía de la que hablemos.

Un muro cuyas características geométricas lo hagan absolutamente impermeable térmicamente al exterior consigue esa autosuficiencia. La electricidad generada a través de captadores solares, también. La energía eólica, por supuesto. Y así con todos los condicionantes de confort, que deben solucionarse mediante la geometría y no por la aportación artificial de energía.

Si nos atenemos a la calificación energética de obra nueva, una A significaría que la edificación es autosuficiente o está muy próxima a serlo. Las casas prefabricadas autosuficientes (o autosostenibles) añaden un elemento más como la seriación industrial para asegurar que durante la construcción tampoco se haya empleado demasiada energía, cosa que no ocurría siempre en los prototipos del siglo XX mencionados. Por poner un ejemplo, en la población de Hospitalet de Llobregat en la provincia de Barcelona, existe un polígono residencial llamado Bellvitge, levantado a base de pantallas prefabricadas de hormigón, pero con un grosor insuficiente para aislar térmicamente. Por tanto, si se desea un edificio autosuficiente, la inversión inicial deberá ser mayor. Una casa barata en la actualidad no podrá ser autosuficiente si no se investiga al máximo en la envolvente y se sale de modelos convencionales.

Una solución es paradójicamente retroceder a un pasado lejano y estudiar lo que construían civilizaciones como la romana o la griega, o incluso estudiar modelos anteriores como las edificaciones mesopotámicas o egipcias. Suelen aproximarse mucho en concepto a la resultante cero de input y output de energía. Por ejemplo, los romanos eran especialistas en dar con la geometría perfecta para que cada estancia de las villas tuviese el mejor asoleo y la mejor ventilación.

Los jardines colgantes de Mesopotamia no difieren en exceso de las fachadas verdes de hoy en día. Sistemas automatizados de riego y acequias de hace miles de años, hoy siguen vigentes. Incluso, si volamos de nuevo al futuro, urbanistas como Berlage (Plan Amsterdam), Howard (Ciudad Jardín) o los españoles Cerdà (Ensanche de Barcelona) y Arturo Soria (Ciudad Lineal de Madrid), fueron visionarios que en vez de centrarse en la edificación, pensaron en la ciudad autosuficiente. Y grandes maestros de la arquitectura como Wright o Le Corbusier materializaron en sus edificios esas ideas a gran escala, el primero en Broadacre City, el segundo, en la Villa Radieuse o Chandigardh.

También nos encontramos con el concepto de rascacielos autosuficiente, que todavía ha de vencer la resistencia del público por los edificios en altura, que consumen muchísimo menos terreno con mayor ocupación.

Importancia de la eficiencia energética

En la actualidad, y ya centrándonos en la necesidad de la eficiencia energética como protagonista absoluta en la concepción de la vivienda y el edificio público, nos hallamos en una fase de diagnosis del parque construido actual y, a pesar de que en edificación nueva exista una clara intención – promovida por el Real Decreto – de que todo el parque construido sea de consumo cero y autosuficiente, todavía los casos en los que se consigue esta especie de “libertad energética” son bastante ocasionales. Nos hallamos en el albor de un nuevo método de trabajo que sentará las bases de un futuro más independiente de los recursos limitados del planeta, pero hay que ser consecuente con ello las 24 horas del día y los 365 días del año.

Alejandro Darias Mateos
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