¿Qué son las ayudas agroambientales?

Las ayudas agroambientales son una serie de medidas que buscan potenciar, mediante la concesión de ayudas económicas y beneficios de carácter fiscal, la producción ecológica en explotaciones en el ámbito agrícola o ganadero. De esta forma se intentan implantar formas de agricultura ecológica que permitan obtener alimentos (destinados a humanos o a aprovechamientos pecuarios) respetando el medio ambiente y contribuyendo a un desarrollo que sea sostenible y equilibrado.

Qué es el PAC

Las ayudas agroambientales son ayudas complementarias al PAC. Con el acrónimo PAC se conoce a la Política Agrícola común de la Unión Europea, que busca gestionar de manera centralizada todas las subvenciones que reciben los agricultores en el conjunto de los países miembros. Se convierte, de esta forma, en una de las bases del proceso de integración europea.

La política agraria común tiene su origen en los años ochenta y ha ido evolucionando desde la unidad de mercado que adicionaba la libre circulación de productos agrarios, hasta la actual etapa que establece un pago desvinculado a la producción. En otras palabras, hoy en día se abonan ayudas al productor con independencia de que produzca o no, siempre que cumpla una serie de requisitos de buenas prácticas medioambientales y requisitos de carácter legal y de gestión.

Cuáles son los objetivos de estas figuras

Con las ayudas agroambientales se pretenden conseguir una serie de objetivos, algunos de los cuales existen desde el primer momento de la creación de la política agraria común, y otros han venido sobrevenidos con el tiempo. De entre los primeros, podemos destacar la intención de mejorar la productividad agraria para que los consumidores puedan disponer de un suministro de carácter estable de alimentos a precios considerados asequibles; y, además, asegurar unos ingresos mínimos a los agricultores de Europa para que puedan tener una comodidad vital razonable. De entre los nuevos desafíos a los que se enfrentan las ayudas agroambientales hay que destacar la seguridad alimentaria (haciendo que las producciones agrícolas europeas que llegan a nuestros mercados estén libres de productos potencialmente peligrosos para el consumidor), factores de carácter medioambiental (fundamentalmente aquellos que pueden ayudar a luchar contra el cambio climático y los que permitan una gestión sostenible de los recursos naturales) y, por último, la conservación del carácter rural de ciertas zonas de la Unión Europea, mediante la preservación de su paisaje tradicional y el mantenimiento de los mecanismos consuetudinarios de explotaciones agropecuarias.

En suma, la posibilidad de que las zonas menos urbanizadas de la Unión puedan seguir manteniendo esa categoría pero adaptándose a los nuevos tiempos en materia de explotación, y, sobre todo, calidad final de los productos generados en ellas. Para conseguir estos ambiciosos objetivos la política agraria común consume nada menos que el cuarenta por ciento del presupuesto anual de la Unión Europea, convirtiéndose de esta forma en el punto de inversión más importante en el continente y apareciendo en algunos lugares como un sector financiado de forma casi exclusiva por los aportes provenientes de las estructuras de la Unión.